Importantes iniciativas se ponen en marcha constantemente con el objetivo de buscar la planificación y la ordenación de la acuicultura, dando como resultado diversos trabajos centrados en la localización de zonas idóneas, la identificación de indicadores que permiten el diagnóstico del estado del sector, o guías para el desarrollo sostenible de la actividad. Sin embargo, hasta la fecha, en esta línea de planificación no se había utilizado como principal variable la capacidad de carga desde un punto de vista ambiental, económico y social.
“Conocer la capacidad de carga de una instalación acuícola, es decir, la cantidad óptima de peces, moluscos o crustáceos que se puede cultivar en un estero o en un vivero flotante en mar abierto, permite al sector desarrollar una actividad sostenible, aporta estabilidad económica, favorece la inversión al tener una mayor capacidad de previsión y facilita alcanzar niveles productivos estables y sostenibles”, explica María del Mar Agraso, directora técnica del Centro Tecnológico de Acuicultura de Andalucía, CTAQUA.
Con el fin de avanzar en esta línea, CTAQUA, la Universidad de Cádiz y la Universidad de Alicante, pusieron en marcha el proyecto MIMECCA, una iniciativa que está en su fase final y a través de la que han desarrollado protocolos para la estimación de la capacidad de carga. Para comunicar sus resultados, el equipo de MIMECCA ha reunido hoy a agentes interesados en este tema, en una jornada celebrada en la Escuela Técnica Superior de Ingeniería de Montes de Madrid y en la que han participado expertos de la Universidad de Alicante, la Universidad de Cádiz, ASEMA, APROMAR-REMA y Fundación Biodiversidad.
A través del trabajo desarrollado en MIMECCA, se han establecido protocolos específicos aplicables a la acuicultura marina semi-intensiva en tierra (litoral suratlántico) y a la acuicultura marina en viveros flotantes (litoral mediterráneo), abordando los ámbitos técnico-productivo, ambiental y socioeconómico. La implementación de estos protocolos permite reducir el impacto de la actividad en el medio ambiente y mejorar el entorno social y la economía local, con el fin de alcanzar una sostenibilidad a largo plazo.
El equipo de MIMECCA ha elaborado dos protocolos de cálculo, uno para cada sistema productivo contemplado en el proyecto. “Estos protocolos se basan en modelos predictivos fundamentados en una producción basal, la cual es multiplicada por factores técnico-productivos, ambientales, sociales y económicos. Para determinar dichos factores se realizaron dos talleres con expertos de los ámbitos de la investigación, el sector productivo, la administración y la consultoría”, detalla Ángel Hernández, técnico del proyecto en CTAQUA.
“Los valores numéricos de estos factores se han obtenido mediante un estudio Delphi con un panel de 20 expertos a nivel nacional e internacional” añade. Este estudio consiste en un proceso participativo de varios ciclos que favorece el consenso y la obtención de resultados concretos, y que es ampliamente utilizado en ámbitos de política o gestión ambiental para la toma de decisiones complejas.
Para el modelo predictivo de acuicultura en viveros flotantes se desarrolló un modelo compuesto por una producción basal de 50 Tm/ha, tres factores técnico-productivos (organización espacial, conversión del alimento y distancia entre instalaciones), tres ambientales (distancia a hábitats, profundidad y corriente), uno social (aceptación) y uno económico (inversión en I+D). “Según las opiniones transmitidas por expertos en un estudio Delphi, los factores técnico-productivos y ambientales son los que tienen mayor importancia relativa en el modelo; esto está relacionado con su impacto directo en el resto de los factores y con la cantidad de estudios científicos al respecto, destacando entre ellos la distancia entre instalaciones y la profundidad” señala Ángel Hernández.
Para acuicultura semi-intensiva en tierra se ha desarrollado un modelo que se compone de seis factores, además de una producción basal de 14 Tm/ha. De ellos dos son técnico-productivos (conversión del alimento y área de decantación), uno ambiental (nitrógeno por hectárea), dos sociales (calidad del empleo y aceptación) y uno económico (rentabilidad de la producción). Al igual que en viveros flotantes, son los factores técnico-productivos los que tienen mayores valores multiplicativos, destacando la tasa de conversión del alimento, el porcentaje de área de decantación y el nitrógeno aportado por hectárea.
Cabe destacar que la producción basal se ha establecido de acuerdo con las recomendaciones de un amplio panel de expertos y contando con los datos aportados por administraciones y el propio sector.
A pesar de haber sido valorados con menor importancia relativa en el estudio Delphi que los otros factores, el panel de expertos del proyecto y el sector han visto necesario tener en cuenta los factores sociales y económicos, especialmente en la zona del litoral Suratlántico. “La inclusión de este tipo de factores en modelos de capacidad de carga es algo totalmente novedoso y que no se había tenido en cuenta en experiencias previas en otros países mediterráneos. De esta forma se aportan al modelo aspectos necesarios para poder abordar la planificación de la acuicultura desde un enfoque ecosistémico, según lo indica la FAO”, concluye María del Mar Agraso.
CTAQUA considera necesario continuar la línea de trabajo iniciada en el proyecto MIMECCA ya que este tipo de modelos predictivos son una valiosa herramienta en la planificación del sector, permitiendo establecer la capacidad de carga para un sector sostenible, a través de factores generalistas de fácil aplicación por administraciones y productores.
Esta jornada se enmarca en el Día de la Acuicultura, que se celebra el 30 de noviembre.
El proyecto se realiza con la colaboración de la Fundación Biodiversidad, del Ministerio para la Transición Ecológica, a través del Programa pleamar, cofinanciado por el FEMP.
Esta iniciativa se enmarca en el proyecto LIFE IP INTEMARES “Gestión integrada, innovadora y participativa de la Red Natura 2000 en el medio marino español”, que coordina el Ministerio para la Transición Ecológica, a través de la Fundación Biodiversidad.