Tarsicio ha tardado ocho años en ver con nitidez. El día que miró la luz por primera vez, en realidad no la vio como el resto de las personas que emprenden la aventura de la vida fuera del seno materno. Hasta la fecha, era un niño afectado por “múltiples problemas” que soportaba desde su nacimiento, como explica su propio padre, Mauricio Marcos Bibang.
Este joven guineano llegó al mundo el 12 de agosto de 2008 (Malabo, Guinea Ecuatorial). A sus padres les explicaron que su hijo sería un niño diferente al padecer una parálisis braquial obstétrica, una lesión en los nervios periféricos del plexo braquial (C5, C6, C7, C8 y T1) que afecta a la extremidad superior y que sobreviene por un traumatismo producido en el mecanismo del parto. A este defecto físico se sumó años más tarde el diagnóstico de una hiperactividad. “Nuestra preocupación pasó a ser multidisciplinar”, señala Bibang. Sendos inconvenientes hicieron pensar a sus progenitores que su bajo rendimiento escolar era consecuencia de dichos problemas, porque su infancia no ha sido como la del resto. Pero nada más lejos de la realidad.
“Fue una maestra la que nos hizo la observación de que mi hijo, en el momento de hacer una actividad, se acercaba mucho al papel; tenía dificultad para leer”. Realizado un nuevo chequeo médico, donde se reafirmaron sus problemas de hiperactividad, los especialistas detectaron que “el niño también tenía la visión afectada”, puntualiza su padre. Así, buscaron la ayuda de un oftalmólogo oriundo, quien recomendó que “aprovecháramos la visita de los especialistas de la Fundación La Arruzafa” (FLA)” para que evaluaran a Tarsicio de manera más precisa oftalmológicamente.
El equipo compuesto por integrantes de la FLA, que hasta la fecha ha realizado 25 expediciones por todo el planeta, en especial en países del Tercer Mundo, atendiendo a 18.869 pacientes, diagnosticó que el joven guineano padecía una catarata congénita bilateral en noviembre de 2015. “El problema es que la patología, quizás, se detectó algo tarde”, explica el oftalmólogo Juan Manuel Cubero, especialista del Hospital La Arruzafa que ha intervenido al chico. “Esa catarata la padece desde pequeño, desde el nacimiento. La visión de Tarsicio ha podido madurar algo, pero no le ha permitido conseguir una madurez completa y posiblemente ya no la pueda conseguir”, concreta el doctor. “Lo que nosotros hemos conseguido es que Tarsicio pueda ser independiente”.
Porque, una vez realizada la valoración de la patología ocular en Guinea, el equipo de la FLA desplazado hasta el país africano recomendó a la familia intervenir de manera quirúrgica al niño con el propósito de paliar su afección en ambos ojos y así poder mejorar su calidad de vida. El inconveniente residía en que la operación que precisaba Tarsicio no se podía realizar en Guinea. “Los médicos de la FLA nos explicaron la situación en la que se encontraba. Necesitaba una asistencia diferente. En Malabo, las condiciones no aconsejaban que se le interviniera allí”, matiza Bibang.
La fundación con sede en el Hospital La Arruzafa activó su protocolo de evacuación en noviembre de 2015. La FLA goza de experiencia en abordar este tipo de acciones humanitarias de carácter especial, dado que similares cometidos ya han sido realizados con anterioridad con otras 23 personas de expediciones anteriores que requerían del mismo proceso.
“A estos pacientes, en ocasiones, les tenemos que evacuar porque la intervención que necesitan hay que realizarla con anestesia general. Muchas veces tenemos que acompañar la cirugía de vitrectomía (cirugía algo más compleja y que precisa de una instrumentación y medios muy específicos). En sus países de origen es complicado acceder a dispositivos láser para realizar capsulotomías (procedimiento que generalmente debe realizarse tras la cirugía de la catarata), algo que aquí se hace de manera habitual, pero que allí muchas veces no se puede conseguir”, señala el doctor Cubero.
“Seguimos el consejo prescrito por los médicos y, con la ayuda de la FLA, viajé con Tarsicio para que fuera intervenido en el Hospital La Arruzafa”, afirma el padre del niño guineano. Una vez en España, al joven le fue practicada hace tres semanas una doble intervención donde “se le ha realizado una extracción de cataratas con implante de lente intraocular y capsulorrexis posterior en ambos ojos”, detalla el oftalmólogo.
“Afortunadamente, el niño se ha recuperado de manera muy satisfactoria; no ha tenido ninguna complicación después de la cirugía. Tras la última visita a nuestro hospital, donde incluso valoramos si iba a necesitar o no de una graduación en gafa que le pudiera beneficiar, observamos que no le hacía falta. Ahora Tarsicio va a poder desarrollarse como un niño normal. Esta operación le va a dar mucha calidad de vida para que pueda crecer como el resto de escolares en su ámbito”, asegura el especialista.
Con el alta médica ya recibida, ahora a Tarsicio le resta completar la recuperación en su país, junto a su madre y sus hermanos. La FLA, cada vez que regrese a Guinea Ecuatorial, también seguirá su evolución, un menester compartido con los oftalmólogos de Malabo, con quienes los especialistas del Hospital La Arruzafa y su fundación colaboran de manera habitual desde hace años.
El joven guineano está “deseando volver a casa para poder celebrar su cumpleaños”, apunta Bibang, quien añade que “no tengo palabras para poder agradecer lo que la Fundación La Arruzafa ha hecho por nosotros. Cuando diagnosticaron el problema asumimos la importancia que adquiere la visión, uno de los sentidos vitales para una persona. En mi nombre y el de mi familia, estamos más que agradecidos”, concluye.
Con la cirugía practicada a Tarsicio, la FLA completa un total de 24 evacuaciones de pacientes que requerían de una intervención difícil de realizar en sus países de origen. La historia de Tarsicio, como la de tantos otros conforma un capítulo nuevo en el libro que desde hace más de una década escriben médicos del Hospital La Arruzafa, especialistas y colaboradores de la FLA, que cuenta con más de doscientos asociados y que desempeñan misión y acciones humanitarias desde hace más de una década. Tarsicio, es ahora, un guineano con ojos renacidos.