Con la proyección de “El silencio de un hombre”, dirigida en 1968 por Jean-Pierre Melville, continúa mañana martes, 14 de febrero, en el Teatro CAJAGRANADA, el ciclo de AulaCine que, en este primer trimestre, bucea entre algunos clásicos producidos por la cinematografía de esa Francia inspiradora, tal y como se ha denominado a esta nueva cita con el mejor cine de la historia.

 

La adaptación a la Francia de la época del clásico policial “The Ronin”, escrita por el canadiense Joan McLeod, se convirtió desde su estreno en una película de culto que sirvió para sentar las bases de un Noir francés diferente, único, especial, perfectamente reconocible… y muy imitado por cineastas posteriores, tanto franceses como de otros países.

 

Aunque está filmada en color, Melville consiguió mostrar en pantalla los rincones más oscuros de unas calles francesas que solían lucir con brillo y esplendor en las pantallas de cine. El protagonista, Jeff Costelo, interpretado por un contenido y ajustado Alain Delon, es un sicario de pocas palabras que habla, sobre todo, a través de sus silencios.

 

Tal y como explica Rafael Marfil, profesor en ESCO y autor del estudio correspondiente a “El silencio de un hombre” que se entregará a todos los espectadores que acudan al Teatro CAJAGRANADA a ver la película, este trabajo cuenta con todos y cada uno de los rasgos característicos de ese aire noir, que siempre cobra rasgos de autenticidad en la vieja Europa, cuyas calles parecen auténticamente oscuras, a pesar de que la ya posguerra va quedando más lejana y, en ese tiempo, todo empezaría a cambiar desde el mayo parisino. De hecho, es una película en color.

Un uso magistral del silencio, ausencia de diálogos en el arranque de la trama, un personaje arquetípico que asegura “yo nunca pierdo”, la soledad de un París nocturno, una angulación de cámara absolutamente intencionada, una trama centrada en la investigación policial, tecnologías de escucha. Todas estas características forman parte de un manual para el género, en una obra en concreto en la que se podría afirmar el tópico, proveniente del Western, de “no disparen al pianista”. En este caso, a la pianista, de jazz lógicamente, interpretada por Caty Rosier.