La décimo quinta edición de los Premios Fundación Social Universal contó como inmejorable telón de fondos con el patio central de la Casa de las Aguas. El Museo Garnelo, ahora engalonado con una valiosa exposición de dibujos de artistas españoles y europeos de los siglos XVIII-XX, acogió la cita anual del pueblo de Montilla con este reconociendo al valor y los méritos de dos hombres imprescindibles para nuestra tierra andaluza y para el presente y el futuro de la humanidad.
El secretario de la FSU, Manuel Ruz, actuó un año más como maestro de la ceremonia de unos premios que tratan de poner en el candelero el valor del dar sobre el de recibir, el valor del ser sobre el de tener y el valor de compartir sobre el de acaparar. Sobre estos pilares, continuó su presentación, nos gustaría que descansara la estabilidad de nuestro mundo y que estas voces sobresalieran sobre tanto individualismo, tantas ansias de triunfar a costa de lo que sea, tanta indiferencia a esos que están llamando a las puertas de nuestras fronteras y de nuestras casas pidiendo una oportunidad en su éxodo forzado huyendo de la guerra y del exterminio de los más elementales principios de la dignidad humana.
Como antesala a la entrega de los galardones dos intervenciones extraordinarias. Un breve pero emocionante concierto de violín y piano de la mano de Jesús Casas y José María Luque con piezas de música clásica de Schubert o Shostakóvich y bandas sonoras de películas míticas como La vida es bella o La misión.
Seguidamente, bajo el sugerente título “El hambre como tragedia, como vergüenza y como amenaza”, el profesor José Esquinas, responsable durante más de 30 años de importantes programas de la Organización de Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), desgranó las claves y las cifras para comprender las repercusiones globales del hambre y la pobreza. El Sr. Esquinas apostilló que el hambre siempre fue una tragedia y una vergüenza, pero hasta tiempos recientes, en un mundo globalizado e interdependiente, nunca fue una amenaza para la paz y la seguridad mundial. Aseguró que es mucho más fácil prevenir las causas del hambre que combatirla, cuando por ejemplo bastaría el 2% del gasto militar en armamento para erradicar el hambre de la faz de la tierra. Su intervención, repleta de datos esclarecedores, concluyó con una contundente reflexión: consumir es un acto político porque estamos incentivando o desincentivando un tipo u otro de producción por lo que la ciudadanía tiene el desafío de convertir el carro de la compra en un carro de combate con el hambre y la pobreza. En su opinión, los premiados de esta noche representan las dos caras de una misma moneda, la solidaridad internacional y la seguridad alimentaria.
El primer premio de la noche, a la Defensa del Medio Ambiente, lo entregó el patrono de la FSU y presidente de la Fundación Savia, Francisco Casero, a Alfonso Molina Dorado, destacando su compromiso “por custodiar y divulgar la biodiversidad agrícola de nuestro territorio con el cuidado, la responsabilidad y la sabiduría propia de la gente del campo.” Alfonso Molina aprendió desde pequeño de sus padres a amar y cuidar el campo, y como ellos tiene el desvelo por transmitir sus conocimientos y experiencias a las nuevas generaciones para que crean y apuesten por el campo como medio de vida. Alfonso Molina se reconoció como el pasado, que vive el presente pero que necesita del futuro que cuide y reproduzca su legado. Su legado son las semillas que conserva y mima de una cosecha a la siguiente y de la que desea seguir alimentándose y alimentando a los consumidores ecológicos usuarios de la cooperativa Almocafre de Córdoba. Las semillas, terminó, son el oro del campo, el tesoro más valioso del país.
El premio a la Defensa de los Valores Humanos, fue entregado por el alcalde de Montilla, Rafael Llamas, a Luis Pernía Ibáñez, “por su destacado compromiso social por causas tan justas como la lucha contra la pobreza y la guerra y su solidaridad con la población inmigrante y refugiada”. Luis Pernía es en la actualidad presidente de la Asociación Andaluza por la Solidaridad y la Paz (ASPA), primera ONGD constituida en Andalucía, y de la Plataforma de Solidaridad con los Inmigrantes de Málaga. Además es un activista asiduo en las movilizaciones contra la guerra, en las marchas en favor de la solidaridad internacional y en apoyo al pueblo palestino o saharaui, entre otras causas. La filosofía de Luis es la filosofía de las pequeñas cosas, de la gente sencilla, de los hambrientos, empobrecidos y perseguidos. Para Luis Pernía, la solidaridad es la ternura de los pueblos, entendida como compasión, generosidad y búsqueda y aprendizaje permanente de valores de hospitabilidad, cuidados a las personas y al medio ambiente. Su emotivo y aleccionador discurso concluyó con un grito de esperanza en el futuro: las causas pérdidas son causas difíciles, pero como son causas justas serán ganadas algún día para toda la humanidad.
Las palabras del presidente de la Fundación, José Ríos, fueron de agradecimiento a los premiados por su capacidad de trabajo, su responsabilidad y su posición ejemplar en una forma de pensar y de actuar respetuosa con el ambiente y la dignidad de las personas. Destacó de los galardonados que son dos hombres sencillos, generosos, verdaderos y sabios; dos voces expertas que piensan y sueñan como ciudadanos del mundo, con plena consciencia de que los hombres y mujeres de este planeta nos movemos hacia un destino común; un futuro que será tan humano y sostenible como las acciones que cada día pongamos en la agenda de nuestra rutina. Citando a su hija Esther, finalizó diciendo “somos uno, nada más, unidos en la diversidad”.
El acto de la noche se cerró con la intervención del alcalde de Montilla, Rafael Llamas, quien resaltó la labor excepcional de dos hombres excepcionales de nuestro tiempo. El alcalde recapacitó sobre cómo los responsables políticos deben tomar conciencia de toda la información e ideas compartidas en esa noche para tomar decisiones que cambien y mejoren la vida de las personas.