El águila culebrera (Circaetus gallicus) es una especie con una dieta especializada en reptiles; sin embargo, el análisis detallado de su alimentación durante el período de migración efectuado por la Fundación Migres reveló, por primera vez, evidencias de la presencia de invertebrados en la dieta de los ejemplares juveniles de esta especie, fundamentalmente escolopendras (similares a los ciempiés) y, en menor medida, mantis religiosas. Hasta ahora no se disponía de información relativa al consumo de insectos y otros invertebrados en rapaces de gran tamaño, como el águila culebrera.
Así lo pone de manifiesto un estudio -el primero publicado internacionalmente sobre la alimentación de las aves rapaces durante sus migraciones- realizado por Miguel Ferrer, profesor de investigación del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) y presidente de la Fundación Migres, y por Beatriz Yañez y Antonio Román Muñoz, investigadores de la Fundación citada.
El trabajo ha sido publicado por la revista cientifica ‘Journal of Raptor Research’ y forma parte de un proyecto financiado por la Asociación Eólica de Tarifa, contando también con la colaboración de la Consejería de Medio Ambiente y Ordenación del Territorio de la Junta de Andalucía.
Las razones de este drástico cambio en la dieta de los ejemplares jóvenes de águila culebrera puede deberse a la gran concentración de rapaces durante la migración en la zona de estudio, el estrecho de Gibraltar, y a la consecuente competencia por su presa principal, los reptiles; paralelamente, los resultados del estudio podrían sugerir también que los juveniles de águila culebrera, al ser excluidos por los adultos de las mejores zonas de caza, explotan un recurso muy abundante en este lugar durante la última fase del verano: las escolopendras.
En este trabajo, los investigadores analizaron el contenido estomacal y/o los excrementos de un total de catorce aves. En ningún ejemplar adulto se encontraron restos de invertebrados, pero la ausencia en varios ejemplares jóvenes de cualquier otra presa que no fuera una escolopendra, así como el hecho de encontrar en su interior gran número de invertebrados, y sin digerir, indica el tremendo desafío que supone para los más jóvenes e inexpertos alimentarse de reptiles en una zona –el Estrecho- y en una época –la migración- en la que la competencia por el alimento con miles de águilas culebreras adultas llegadas de toda Europa para cruzar hacia África es absolutamente desigual.
El águila culebrera
Es una rapaz diurna, migrante, de tamaño medio (62-67cm de longitud y 166-188 cm de envergadura) que puede llegar a superar los 2 kg de peso. No existe dimorfismo sexual que permita una fácil diferenciación entre machos y hembras ni diferencias apreciables de coloración en función de la edad. Posee unos característicos ojos amarillo-anaranjados, dirigidos al frente, que le dan cierto aspecto de rapaz nocturna, y unas patas largas y escamosas con dedos cortos de las que deriva su nombre en inglés, short-toed eagle.
Se trata de una especie forestal que necesita, junto a sus territorios de cría, zonas desarboladas o de roca desnuda donde poder localizar a los reptiles de los que se alimenta. Las serpientes son su principal presa, constituyendo el 95% de sus capturas; lagartos, lagartijas, anfibios y, ocasionalmente, aves y mamíferos forman también parte de su alimentación.
El águila culebrera llega a los territorios de cría en Europa a mediados de febrero, procedentes de las zonas de invernada en África subsahariana. La migración de otoño, una vez finalizada la época de cría, se concentra en el mes de septiembre. Pone un único huevo, que es incubado principalmente por la hembra durante 42-47 días; una vez eclosionado, el pollo permanece en el nido entre 70-80 días antes de poder volar.
Fuente: Fundación Migres.