El Museo Carmen Thyssen Málaga presentó este miércoles 8 de octubre el proyecto expositivo de contexto El Greco-Rusiñol, que permanecerá expuesto en el espacio ArteSonado del Palacio de Villalón hasta el próximo 22 de noviembre. La muestra, que alberga cuatro piezas maestras, nace como preámbulo de la exposición temporal Casas – Rusiñol. Dos visiones modernistas, que dará comienzo en el mes de noviembre.
Al acto de presentación asistieron la concejala de Cultura del Ayuntamiento de Málaga, Gemma del Corral, y la directora artística del Museo, Lourdes Moreno. “En su afán por buscar la modernidad, Rusiñol se encontró con la obra de El Greco en París, en 1893. A partir de ahí surgió una sorprendente historia, primero de reivindicación y después de inspiración en la obra del pintor cretense”, explicó la directora de la pinacoteca.
El proyecto expositivo El Greco-Rusiñol muestra cuatro obras: Las lágrimas de san Pedro, c. 1595-1614; Copia de Las lágrimas de San Pedro de El Greco, 1893-1894, de Ignacio Zuloaga; Copia de El caballero de la mano en el pecho de El Greco, 1897, de Santiago Rusiñol, y Retrato de Rusiñol caracterizado como El caballero de la mano en el pecho, c. 1897, de Ramón Pichot. Las obras han sido cedidas por el Museo del Cau Ferrat de Sitges y su exposición pone de manifiesto la labor de reivindicación y de activismo cultural de Rusiñol, quien hizo de El Greco un referente para el modernismo.
La pieza principal de la muestra, Las lágrimas de san Pedro, fue adquirida por Santiago Rusiñol, aconsejado por el también pintor Zuloaga. La obra fue llevada en procesión por las calles de Sitges en la Tercera Festa Modernista de 1894. Santiago Rusiñol es considerado un pionero en la visión de El Greco como un artista que anticipaba los valores de la modernidad. Fue también uno de los primeros coleccionistas de su obra.
Este proyecto expositivo nace con motivo de la próxima exposición temporal del Museo Carmen Thyssen Málaga, Casas – Rusiñol. Dos visiones modernitas, que se inaugura el próximo 13 de noviembre y es protagonizada por dos de los grandes artistas españoles de finales del siglo XIX.
‘El Greco – Rusiñol’ (8 de octubre – 22 de noviembre de 2014)
Durante el siglo XIX la figura de El Greco fue relativamente conocida, aunque no valorada en su importancia. La perspectiva que otorgó el paso del tiempo y una revalorización por parte de la modernidad de conceptos como lo diferente y singular hicieron que la obra de El Greco comenzara a ser apreciada en su justa medida y se convirtiera en una fuente de inspiración para otros creadores, valorando su uso intenso del color y la estilizada proporción de sus figuras en beneficio de la expresión.
Pero uno de los hechos más fundamentales se produjo gracias a la intervención de Santiago Rusiñol, quien a finales de 1893 vivía en París, en compañía de los pintores Ignacio Zuloaga y Pablo Uranga, y del periodista Josep M. Jordá. Fue este último quien descubrió en casa del pintor Laureà Barrau dos grecos depositados allí por el industrial Pau Bosh. Se trataba de una Magdalena penitente con la cruz, de grandes ojos acuosos y proporciones estilizadas, vestida con un manto rojo, y Las lágrimas de San Pedro, de rostro espiritual, con la mirada perdida hacia lo alto. Sus enérgicos brazos cruzan sus manos en actitud de devota oración, mientras en uno de ellos sostiene el símbolo de su atributo, las llaves del reino de los cielos.
El 4 de noviembre de 1894 la llegada de las obras de El Greco a Sitges fue organizada por Rusiñol como una celebración absolutamente especial. La puesta en escena fue inolvidable y durante muchos años en Sitges no se habló de otra cosa. Rusiñol organizó una procesión dentro de la programación de la Tercera Fiesta Modernista y haciéndola coincidir con la inauguración del nuevo Cau Ferrat. Con un gran poder de convocatoria, el pintor consiguió que un grupo muy importante de intelectuales y creadores participara. Entre ellos estaban presentes: Narcís Oller, Joan Maragall, Pompeu Gener, Ramon Casellas, Luis Gonzaga Jordá o el arquitecto Puig i Cadafalch.
La comitiva se abría con Pere Romeu, que portaba el estandarte del Cau Ferrat, junto a él, el dibujante Lluis Labarta, ambos montados a caballo. Detrás los cuadros eran llevados por los pintores Ramón Casas, Enric Clarasó, Eliseu Meifrén o Ramón Pichot, entre otros. Al final del cortejo caminaban Rusiñol y las autoridades civiles de la ciudad. Una gran multitud contempló el recorrido desde la estación de tren hasta las puertas del Cau Ferrat, en cuyo salón principal se instalaron las obras.
Fuente: Fundación Palacio de Villalón