Hasta el próximo 6 de abril, en la segunda planta de la Colección permanente del Museo Carmen Thyssen Málaga se despliega un extraordinario recorrido por el universo colorista y lleno de luz del pintor Joaquín Sorolla (1863-1923). De los numerosos asuntos que protagonizaron sus obras, los paisajes y gentes de Andalucía cautivaron especialmente su mirada, y a ellos hemos dedicado esta exposición [enlace a visita virtual]. Las catorce obras seleccionadas por su comisario, Enrique Varela Agüí, director del Museo Sorolla, ilustran distintos viajes por Málaga, Granada, Sevilla, Córdoba y Jerez, correspondientes a estancias en 1909, 1910, 1914, 1915, 1917 y 1918. En estos lienzos, procedentes del Museo Sorolla, la Fundación Museo Sorolla y nuestra propia colección, se descubre a un artista en plenitud, que juega con la luz del sur y sus intensos colores en la representación de La Caleta malagueña, la Alhambra y la Sierra Nevada granadinas, la mezquita cordobesa, los bailes y procesiones sevillanos y la vendimia jerezana.
Integradas en el recorrido dedicado al fin de siglo español, estas piezas plantean, además, un estimulante diálogo con los lenguajes de anuncio de la modernidad de artistas como Iturrino, Zuloaga, Anglada Camarasa, Julio Romero de Torres y muchos otros.
Esta exposición se enmarca dentro de la programación oficial de la conmemoración del centenario del fallecimiento de Joaquín Sorolla, iniciada en 2022 y que ha incluido numerosos proyectos en diversas instituciones y lugares de España.
Joaquín Sorolla, pintor infatigable, viajero pertinaz, hombre curioso, cosmopolita e inquieto, fraguó un estilo de vida propio marcado por el constante deambular. A lo largo de toda su vida recorrió el mundo que tuvo a su alcance de manera constante. Y siempre la pintura fue el principal motor de sus desplazamientos. Sorolla gustaba de pintar al natural, era un pintor plenairista, y esta actitud ante la pintura comportaba desplazarse, viajar y plantar el caballete y el lienzo ante el lugar o la escena que quería representar. No era un pintor que gustara de trabajar en el estudio, era un pintor de acción.
De las innumerables localidades que Sorolla visitó (y pintó) en nuestro país, sin duda Andalucía ocupó un lugar muy destacado. Entre los años 1902 y 1919 Sorolla realizó continuos y numerosos desplazamientos por tierras andaluzas que le llevaron por las provincias de Málaga, Granada, Sevilla, Huelva, Córdoba, Cádiz, tanto por sus ciudades como por sus pueblos. La fascinación por sus paisajes, la admiración por sus monumentos, el interés por sus gentes y sus costumbres quedó reflejada en un importantísimo número de obras inconfundibles de las que aquí presentamos una pequeña pero significativa muestra de cómo Andalucía captó su atención y admiración.
Frente a sus clásicas representaciones marineras o las optimistas pinturas de playa que pintó a la orilla del mar en su Valencia natal o sus escenas del veraneo elegante en el Cantábrico, en el sur de España Sorolla realiza una producción más variada y lírica en todas sus manifestaciones. La diversidad e intensidad de lo representado por el pintor se manifiesta, por ejemplo, en la monumentalidad sobrecogedora del paisaje de la Alhambra de Granada con Sierra Nevada al fondo, en el silencio intimista de los jardines de los Reales Alcázares de Sevilla, en el jaleo de sus cafés cantantes o la belleza racial de sus bailaoras, en la solemnidad de sus procesiones de Semana Santa o en la belleza de la costa de Málaga. El mundo del trabajo, del ocio, de la fiesta, de la religiosidad popular…
Sorolla en Andalucía se impregna de todo cuando ve y lo pinta todo. Siempre desde su inconfundible y magistral estilo donde la luz ocupa un lugar primordial.
Pero el impacto de Andalucía en la personalidad del artista no solo quedó memorablemente reflejado en su pintura. También lo visto, lo vivido y lo representado por Sorolla durante esos continuos viajes por ciudades, pueblos y comarcas andaluzas enriqueció el gusto personal del artista y, en cierta medida, envolvió su existencia. Así, en su propia residencia de Madrid —que el pintor se estaba construyendo en los mismos años en los que viajaba al sur— la presencia de Andalucía se manifestó de una manera muy personal y evidente. Desde la configuración de los jardines de su casa en Madrid (hoy sede del Museo Sorolla), que diseñó con clarísimas influencias de los jardines palatinos sevillanos y granadinos (Reales Alcázares, Alhambra y Generalife), pasando por toda una panoplia de referencias estéticas y por el coleccionismo de objetos arqueológicos, botánicos, etnográficos y artísticos procedentes del sur de España, que Sorolla atesoró con esmerada pasión y que embellecieron y acompañaron su existencia a lo largo de los últimos años de su vida en su residencia madrileña.