La exposición temporal La furia del color. Francisco Iturrino (1864-1924) encara su recta final y cerrará sus puertas de forma definitiva el próximo 3 de marzo. Hasta este momento, se podrá disfrutar de esta muestra en la que se aborda la obra del pintor santanderino desde una perspectiva inédita a través de diálogo con pintores como Matisse, Zuloaga, Regoyos o Echevarría, con los que compartió amistad, fuentes de inspiración y su pasión por la luz y el color. Con la colaboración de la Fundación Bancaria “la Caixa” y la Fundación Cajasol.

Con esta exposición, desde el Museo Carmen Thyssen Málaga quieren rendir homenaje a Francisco Iturrino (Santander, 1864-Cagnes-sur-Mer, 1924), uno de los artistas principales de nuestra Colección permanente, y contribuir a saldar una deuda histórica, el injusto silenciamiento de un pionero de la vanguardia española del primer cuarto del siglo xx.

Las piezas que aquí se presentan, una cuidada selección de obras de procedencia diversa que obedece a criterios de calidad y fidelidad al discurso expositivo, revelan la riqueza y variedad de la pintura de Iturrino. Un personaje singular y cosmopolita, muy bien relacionado con la modernidad artística e intelectual de su tiempo, y que es, en palabras de Ramón Gómez de la Serna, «por una profunda paradoja, el hombre del Norte que es el pintor más meridional».

La furia del color constituye el diario pictórico de un artista nómada, cuyo capítulo principal narra el decisivo contacto del pintor con la luz y el color del sur. Este feliz hallazgo significará la superación de la estética bohemia y simbolista de su primera etapa belga y parisina, en favor de una obra original que, aun tomando sus motivos del folclore español, se decanta por el uso vibrante y expresivo del color, en sintonía con la pintura de los fauves. Es esta potencia cromática la mayor aportación artística de Iturrino, una pintura libre de ataduras, protagonizada por monumentales desnudos femeninos, exquisitos bodegones y exuberantes paisajes. Una emocionada idealización del sur que alcanza su cénit en la prodigiosa visión del malagueño Jardín de La Concepción.

Por último, se muestra aquí la obra de Iturrino desde una perspectiva inédita, al plantear una serie de diálogos con las creaciones de algunos de sus contemporáneos y amigos más relevantes –Matisse, Derain, Zuloaga o Regoyos–, lo cual, además de poner de manifiesto las interesantes afinidades electivas entre artistas semejantes, refuta el mito del artista marginal que trabaja a contrapié de su época.